08/09/2014
SIN SABERLO, ERA MI REFLEJO
Fátima Andrea Bruenner
“Sé feliz haciendo lo que te hace feliz”
Como olvidar aquellos momentos que
pasaron hace años atrás. Como olvidar ese lugar, como olvidar a mis seños, como
olvidar a todos mis amigos, como olvidar. Eso son! Recuerdos inolvidables. Esas
imágenes que quedan en mi cabeza, que no se pueden borrar y que al recordarlas,
vuelvo dieciséis años atrás.
Éramos dos nenas con el pintorcito
azul y el bolsillo a lunares blancos, compañeras inseparables, amigas de
infancia, de travesuras y juegos. Ella se llamaba Laurita, mi gran amiga que me
acompaño durante esos años en donde empezaba a compartir mis días con otras
personas que no eran ni mamá, ni papá.
Fue ese lugar en donde compartí
dos años de mi vida. Ese lugar que todos llamamos Jardín, pero que para mí era
mi segunda casa. En ese entonces, vivía en ese laberinto, en ese Colegio donde
fui al Jardín, y cuando no estaba en esas salitas de colores me quedaba con
mamá, que trabajaba ahí. Iba de un lado para el otro o sólo me quedaba jugando
en alguna computadora.
Ese Jardín se llamaba Nuestra
Señora de Fátima, si! Así es, como mi nombre. Nunca me voy a olvidar, esa
remera que me anduvo hasta los doce años, que decía en letras azules y bien
grandes PREJARDIN NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, y recordar aquella foto en la que
tenía puesta esa remera, era del primer acantonamiento que fue en el “Gran”
patio del colegio. Primera noche, lejos de mi casa y con mis amigos para hacer
las tan secretas y organizadas travesuras. Esa noche que habían organizado mis
seños. Mis seños, esas mujeres que tenía puesto un delantal y que me cuidaban,
me hacían hacer jugar, pintar, poner mis manos en hojas, preparar pastelitos y
muchas actividades que me hacían conocer y compartir nuevas cosas.
Recuerdo todos esos momentos como
si hubiera sido ayer, y dentro de mi memoria esta aquella personita, esa mujer
jovencita, que también tenía delantal y que para mí, era mi seño. La seño Pato,
como olvidarme de cómo me hacía jugar, me divertía y fuera de la salita estaba
sola conmigo o con mis hermanos haciéndonos reír, contándonos cuentos o sólo
estaba con nosotros mientras esperábamos a mamá. Esas imágenes que me quedaron
en la cabeza y que las recuerdo y sonrío sola. ¿Quién diría que ahora me tocaba
a mí, estar en su lugar? Pero… ¿porque en su lugar? Ahora yo sólo estoy
estudiando para ser como ella, y ahí está lo que mi memoria no se había
acordado.
Un día le pregunte a mi mamá, ¿te
acordas de la seño Pato?
-
Ella me
dice: “¿qué seño Pato, Fati?”
-
Y yo le respondí: “Con la que salgo en la foto
que está en el portarretrato del mueble”
-
Ahh!! Ella no era tu seño, me dice. Era la seño
practicante, ella hacía las prácticas en tu salita.
Y desde ese momento, me di cuenta
que ella no había sido mi seño. Pasaba con ella muchos ratitos en el cole, y
si! Era porque Pato estudiaba ahí. Y la quería tanto por todo lo que me hacía
hacer y me había enseñado, que pensaba que era mi seño. Pero esa persona de la
que aprendí tanto, no era más que una chica como yo, en este momento, en este
año que decidí emprender mi camino como futura Maestra. La imagen que tengo de
ella, es ahora nada más que mi reflejo.